De un museo del chocolate a un café de escritores, del tronar de los tambores en Calanda al descenso del río Sella, de las judías de Barco de Ávila a los aceites de Sierra Mágina, campos y montes, mares y ríos parecen confluir en una gastronomía marcada por productos, fiestas y locales entrañables. Sabores y aromas de todos los climas y civilizaciones que han modelado lo ibérico, una identidad de origen ancestral pero por ello emergente, moderna e innovadora, que conforma un capítulo imprescindible en un país sorprendente.
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